Chile, 1983. Mientras las primeras protestas callejeras amenazan peligrosamente la continuidad de la dictadura militar, se corre la noticia que un adolescente huérfano de 14 años llamado Miguel Ángel puede ver y hablar con la mismísima Virgen María. Rápidamente su rostro sufriente es reproducido en todos los medios y en pocas semanas, cientos de miles de personas peregrinan hasta Peñablanca, el poblado donde vive.